Entre capítulos, y Dickens…

Acabo de terminar el segundo capítulo de Boatswain. Está escrito. No bien escrito, sino escrito a secas, pendiente aún de una segunda lectura, más pausada. Ha sido con diferencia lo más difícil que he escrito hasta ahora, lleno de escenas difíciles, y en más sesiones de las que me gustaría reconocer. Espero que, al leerlo, produzca una sensación de unidad. En cualquier caso, aún necesitará de muchas correcciones: eliminar adverbios, recolocar comas, evitar repeticiones, ese tipo de cosas.

Está impreso, aquí, a mi derecha, a la espera de una primera lectura. Y acabo de releer los resúmenes que preparé para el tercer capítulo allá por noviembre de 2013, que aún tengo que estructurar en escenas. Mi pregunta es la de siempre: ¿alguien va a querer leerlo? Y aún hay más. ¿Es demasiado duro o demasiado inocente? ¿Me estoy pasando de trascendente o el argumento es demasiado simple?

Entretanto, estoy leyendo la apasionante biografía de Dickens que ha escrito Claire Tomalin y se ha editado por decenas con motivo del bicentenario del nacimiento del autor. Se trata de un personaje fascinante, entre otras cosas por su extraña visión de las mujeres, que ya comentaré con más calma en otra ocasión. Lo más llamativo, sin embargo, está en su forma de escribir. Es de todos sabido que Dickens publicaba sus obras en entregas mensuales que le obligaban a trabajar obras interminables y le dejaban muy poco tiempo para planificar y corregir. Lo que yo no sabía es que en ocasiones simultaneó varias novelas para varias publicaciones distintas. Oliver Twist y Pickwick, creo recordar, se escribieron al mismo tiempo. ¿Cómo es posible? Además, entre página y página el autor organizaba obras de teatro, lecturas, cenas, asistía a la ópera, viajaba, paseaba a caballo por el campo y recorría a pie los recovecos de Londres… Todo un personaje, de una energía incansable, un auténtico hiperactivo que para concentrarse necesitaba saltar de una actividad a otra sin ton ni son. Un caso llamativo…

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